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Una vuelta por Barracas

Barracas es un barrio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pertenece a la comuna cuatro y es vecino de los barrios más míticos de la ciudad San Telmo y La Boca, tengo la suerte de vivir en el límite de ambos. Para mí un simple paseo alrededor de casa puede terminar en la plaza Dorrego o en frente de la bombonera. Como estos lugares ya son conocidos no solo para los argentinos, sino que también para el mundo entero prefiero describir un pequeño y tranquilo recorrido alrededor de mi manzana un viernes a la mañana.

Al salir a la calle el sol de invierno ilumina la vereda, enfrente mío hay una hilera de autos estacionados, en la calle hay un par de señoras esperando en la puerta de la farmacia de alado del edificio, a la derecha del mismo está tomando sol la perra de los dueños del local de electricidad. Cruzando la calle está el kiosco en el que compraba figuritas cuando era chica y que en la actualidad visito para salvar alguna merienda, a su derecha se encuentra una de las cuantas verdulerías del barrio. Este medio día la gente viene y va, paseando al perro, haciendo las compras o simplemente dando una vuelta para respirar aire fresco. Junto a mi madre damos una vuelta a la derecha y nos dirigimos a la esquina, a lo largo de la cuadra hay un mecánico, un lavadero, algunas casas, una peluquería, un acuario, otra verdulería y, llegando al final de la calle hay un local de pastas veganas. Damos la vuelta a la esquina donde nos espera una bella calle llena de árboles y balcones cargados de flores, esta calle se siente como un túnel que separa la ciudad con sus negocios y ruidos del amplio y verde parque Lezama. 


Llegamos al Lezama y nos recibe con grandes árboles, personas charlando, haciendo gimnasia, picnics y paseando a los perros que, si no tienen correa, corren de un lado al otro. El parque es peculiar ya que está en subida, se podría decir que tiene “dos pisos”, desde el camino que recorrimos se llega a la parte inferior del parque, donde se encuentra el canil que normalmente está vacío, los juegos para niños, grandes espacios de pasto y la mítica fuente que lo caracteriza. En este sector están las subidas que son aprovechadas por los ciclistas y chicos en patinetas y patines para bajar a toda velocidad. Subimos por la primer abertura que no puede ser usada de rampa ya que tiene escalones, este es el camino que solemos tomar, tiene árboles a los costados que hacen sombra y bancos para sentarse donde siempre hay una mujer a veces sola, otras acompañada, que vende tortas y demás cosas dulces. Llegamos arriba dónde hay más gente, más árboles, de los cuales se destacan dos especialmente grandes que están llenos de chicos y chicas jugando entre sus grandes y expuestas raíces, trepándolas y llegando a las ramas en la altura. Esta parte del parque es la que suele tener menos gente, se siente de alguna manera más privada. Arriba llegan los perros con sus dueños y las familias que quieren un poco de paz o un gran espacio para hacer un cumpleaños al aire libre. El objetivo de esta caminata es eso, caminar, así que empezamos a dar vueltas entre los pasillos de cemento que dividen los parches de pasto. Miro para arriba a las copas de los árboles intentando encontrar a las cotorras que no paran de cotorrear, veo algunas volar de copa a copa y advierto como una se mete entre las ramas, descubriendo así su nido. Bajo la mirada al plano terrenal y me la devuelve un perro viejo y sin correa que camina tranquilamente junto a su dueño igual de anciano, más adelante, cerca de la otra obra característica del parque tres cachorros de gran tamaño juegan y se huelen llenos de vitalidad, doblamos en la curva natural del recorrido y nos encontramos frente al “Museo Histórico Nacional” que me gustaría poder describirlo, pero lamentablemente nunca lo visité. Un grupo de chicas pasan corriendo a nuestro lado y puedo ver a las madres tiradas en una lona entre relajadas y atentas por si alguna se tropieza, por otro lado, suben por las mismas escaleras que hace poco tiempo había dejado atrás una pareja vestida para hacer deporte que caminan hasta uno de los claros de pasto más liberados y empiezan a practicar acrobacia. Hablando, escuchando, mirando y caminando el tiempo vuela en el parque Lezama, no nos dimos cuenta y estuvimos una hora dando vueltas alrededor. Es hora de volver a casa. Bajamos por una de las bajadas grandes, por la que está más lejos de la que subimos, contrario a nosotras sube un perro salchicha y me doy cuenta de que últimamente veo demasiados perros salchichas, deben estar de moda. La bajada es rápida, volvemos a pasar por los juegos y para volver al departamento decidimos tomar un camino distinto que nos presenta nuevamente el ruido de la ciudad.

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