Escena de lectura


La primera vez que vi una serpiente fue en la casa de mi hermano. Eran dos y las tenía en una especie de tupper muy grande que había transformado en su hogar. Tenía recovecos y juguetes para que se escondan, cosa que hacían muy bien ya que solo las podía ver cuando salían a comer. Mi mirada era morbosa, me daban asco, pero no podía dejar de verlas, de esperar que salgan, verlas arrastrarse, sacar su lengua puntiaguda y escabullirse en su pequeño paraíso de ratitas muertas.  Siempre que iba a su casa lo primero que hacía era ir a mirarlas, lo último que hacía era esperar a que aparezcan al menos una vez. En una de mis excursiones de safari en la ciudad descubrí algo transparente en el suelo de su jaula, mi hermano me explicó que estaban cambiando la piel, me explicó que es un proceso necesario para ellas, que las mantiene sanas. Ese dato se quedo conmigo, esa piel vieja, transparente, ya en desuso, pero igualmente infinitamente bella me sorprendió. La capacidad de las serpientes para dejar lo malo atrás y curar sus heridas se me hizo especialmente poética. 

La siguiente vez que cruce caminos con las serpientes fue a través de la mitología. La leyenda de Medusa. La historia que conozco de esta mujer con serpientes como pelo, como la gran mayoría de personas, es en la cual Medusa es un monstruo establecido y maligno que lucha contra el joven héroe Perseo, quien la derrota, decapita y la sigue utilizando como arma hasta entregar su cabeza a la diosa Atenea. Con este épico y clásico mito griego emergió mi curiosidad por los orígenes de la malvada Medusa, ¿cómo llego a ser ese monstruo? Esta historia tiene muchas versiones, como las serpientes guarda otra piel antigua escondida por la sociedad. El origen más conocido de la gorgona más peligrosa es una historia trágica de traición y venganza, un típico mito griego. Ella era una creyente de la diosa Atenea, como era especialmente bella Poseidón rápidamente la descubre, seduce, tiene relaciones con ella, empeorando así su relación con la diosa de la sabiduría. Al descubrir la traición la diosa maldice a la trasgresora convirtiéndola en un monstruo y desterrándola de su hogar. Esta historia esta bañada de odio entre mujeres, de envidia y hombres que nunca hacen nada malo, pero como las serpientes que son odiadas y amadas, este trágico cuento tiene otra versión en la cual Medusa no participa felizmente de la relación sexual con el dios de las olas y en la cual la diosa de la sabiduría es realmente sabia y le otorga a la joven el poder de defenderse con serpientes amigas que la van a ayudar a protegerse. Así es como en la mitología también existe una piel vieja que es abandonada por la historia, pero que ojos curiosos han sabido apreciar, revindicar y reclamar. 

La tercera vez que las serpientes llamaron mi atención fue a través de un texto: “¿Por qué víboras?” de La Cope, una ilustradora argentina. El texto tomaba el término serpiente utilizado en la sociedad para insultar a las mujeres y lo hacía propio, lo resignificaba, repiensa la idea de transformar que tanto me interesó y la trae a la realidad femenina, la habilidad de cambiar de piel y seguir adelante. 

“La transformación es un don, pero también una forma de supervivencia que nosotras, las mujeres, las tortas, las trans, las negras, las putas, las travas, las gordas, conocemos muy bien. Nosotras, disminuidas en nuestro valor por las texturas de nuestra piel, por el volumen de nuestra voz, por la irreverencia de nuestras palabras. Nosotras, las conchudas, las malcogidas, las resentidas, las desobedientes, las bichas.”

El texto de La Cope me interpeló de una manera desconocida hasta ese momento, mirando para atrás descubro que no fue su escrito solo, sino junto al contexto social, junto a lo que vivíamos en las calles, en la escuela y en casa, fue junto con la revolución que se estaba dando en Argentina y junto a mi particular interés por las serpientes. 

Con los años me di cuenta de que las serpientes son mucho más que un lindo animal con habilidades interesantes, descubrí que son metáforas, insultos, protagonistas de mitos y leyendas, participantes de nuestra historia desde el principio de los tiempos, representadas por artistas de antes y de ahora. Para mí las serpientes representan una obra de arte que se traslada y transforma a lo largo de las décadas siguiendo de cerca a la humanidad que avanza sin un destino fijo. 

La última vez que me crucé con una serpiente fue cuando me hice mi primer tatuaje, este animal tan precioso y misterioso que representa tanto y que nunca para de cambiar ahora puede acompañarme durante mi historia. Ahora no necesito buscarlas por los recovecos de la cultura para encontrarlas porque las tengo conmigo, como la humanidad siempre las tuvo para representar todo lo bueno y todo lo malo, la sabiduría y la habilidad de transformación en mi viaje particular que es la existencia. 


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