Escena de lectura
La primera vez que vi una serpiente fue en la casa de mi hermano. Eran dos y las tenía en una especie de tupper muy grande que había transformado en su hogar. Tenía recovecos y juguetes para que se escondan, cosa que hacían muy bien ya que solo las podía ver cuando salían a comer. Mi mirada era morbosa, me daban asco, pero no podía dejar de verlas, de esperar que salgan, verlas arrastrarse, sacar su lengua puntiaguda y escabullirse en su pequeño paraíso de ratitas muertas. Siempre que iba a su casa lo primero que hacía era ir a mirarlas, lo último que hacía era esperar a que aparezcan al menos una vez. En una de mis excursiones de safari en la ciudad descubrí algo transparente en el suelo de su jaula, mi hermano me explicó que estaban cambiando la piel, me explicó que es un proceso necesario para ellas, que las mantiene sanas. Ese dato se quedo conmigo, esa piel vieja, transparente, ya en desuso, pero igualmente infinitamente bella me sorprendió. La capacidad de las serpientes par...