Retrato de una mujer
Retrato de una mujer
Ella mira hacia abajo, a algo que parece que le es preciado, por momentos pienso que puede ser su hijo, pero por la época tal vez es un cabrito. Tiene la apariencia de ser mujer de campo montañoso, esos campos en los que en vez de vacas tienen cabras y comen mucha papa. Le sonríe a su hijo cabrito. Es pequeña la sonrisa como si no quisiera demostrar su felicidad a los espectadores, pero no pudiera ocultarla. Su pelo esta escondido tras una tela atado con una soga fina, un tocado particular, asumo práctico para trabajar entre sus cabras, papas e hijos. Lo que más me gusta de su cara es su nariz, es larga y en punta como una flecha, una flecha en medio de la cara. Me gusta pensar que las facciones pueden llegar a ser cosas, las narices flechas, los ojos pelotas, las cejas orugas. Justo cejas no tiene y sus ojos parecen profundos en su cara, como si estuvieran dentro de pequeños cuencos.
Por momentos me gustaría que fuera tridimensional, para verla mejor, inspeccionar esas facciones que por lo plano del papel no se pueden ver. Extraño la profundidad de una cara verdadera que en los trazos rojos se asemeja de manera impresionante, pero insuficiente.
Me llaman desde la cocina y dejo a la pobre mujer en paz, la dejo sola en su rincón del living donde reposa todos los días aburrida. Nadie más le presta atención.
Esta apoyada sobre una mesa, al lado de la biblioteca atiborrada de libros viejos que huelen a humedad y generan estornudos cada vez que pasas una página. Es fácil olvidarla, hay cosas mucho más interesantes que mirar. Como las viejas fotos familiares que parecen de película y es difícil creer que esas personas alguna vez estuvieron vivas caminando por las mismas calles que el resto. También están las plantas, demasiadas plantas, plantas adentro de la casa, fuera de la casa, en la entrada y en el fondo por todos lados hay plantas e igualmente parecen más interesantes que la cabeza de una mujer pintada en rojo por Da Vinci. ¿Habrá pensado él alguna vez que su obra sería tan vilmente ignorada por una familia entera?
Realmente me da pena, no quiero que me olviden de esa manera, por eso me di una misión: darle vida otra vez. Y de tanto mirarla lo conseguí, me di cuenta porque me fascina tanto. Al mirar a esta mujer desconocida, viejísima en su juventud, atrapada en la pintura, anónima para todos excepto para el artista, solo puedo ver a mi abuela. Es igual a ella, los ojos ahuecados, la nariz de bruja en punta, la falta de cejas, el pelo constantemente recogido. Hasta la forma de la cara es exactamente la misma. Así conseguí darle vida, a través de contar chistes malos diciendo que esa mujer que Leonardo Da Vinci pintó cerca del 1470 es mi abuela, o al menos un pariente de ella.
Tengo muchas teorías, todas distintas y una más exagerada e imposible que la anterior. A mi abuela no le gustan, le molesta que le diga bruja. Ella lo entiende como un insulto. A pesar de que no acepte mis teorías a las pruebas me remito cuando la acuso de brujería, ya que no solo tiene un cuadro de ella misma olvidado en el living, sino que, además, tiene un sexto sentido. Siempre sabe lo que va a pasar.
En mi casa tenemos el teléfono fijo para recibir llamados de propagandas de bancos, telefonías, encuestas raras y mi abuela. Solo por ella conservamos el teléfono que con suerte funciona, la única tecla útil es la de atender y cortar. Los números ya no sirven, está más cerca de ser un juguete feo y anticuado que un verdadero electrodoméstico que en algún momento revolucionó el mundo.
A través de llamados telefónicos la abuela demuestra su poder. Llama en los peores momentos, en los más justos. Es como si tuviera un tercer ojo que le indica cuando nos vamos a sentar a comer o estamos en la puerta a punto de salir, o algo se acaba de romper, o nos llegó la mejor noticia del mundo, o la más devastadora. No importa la situación la abuela siempre está ahí llamando segundos antes o después de que pase. Es casi como si pudiera ver el futuro y se divirtiera confirmando si las predicciones se volvieron realidad.
Hace unos días volvió a pasar, la abuela hizo gran demostración de su poder. Mi mamá entra a la casa, pero no la escucho a ella, son ladridos lo que llegan luego del ruido de llaves. Me apuro a la entrada para encontrar a una mujer cansada y confundida sosteniendo un cachorro de raza indefinida. Antes de poder preguntarle qué pasó, de dónde sacó al perro y por qué no me pidió ayuda, un pitido como de alarma se escabulle entre los ladridos del visitante. El teléfono. Atiendo y es nada más ni nada menos que mi abuela, solo quería saber si estábamos bien, que habíamos hecho en el día, si teníamos novedades. Obviamente teníamos novedades, hay un perro en la casa que no para de ladrar y apareció aparentemente de la nada. Y ella está ahí para escucharlo, para ser de las primeras personas en saber la historia. Nunca se perdería un acontecimiento tan importante.
Siempre que hay episodios como este mi imaginación vuela a 1470, a un valle rodeado de montañas en Italia, a un pueblo hecho de casas pequeñas repleto de altos árboles y diversos animales. Y entre todas esas casas hay una especial, es más chica de lo normal, con los ladrillos a la vista y el techo de madera y paja. Veo a una mujer, a la mujer retratada, con un gran libro lleno de anotaciones y dibujos. Podrían ser hechizos, para los desentendidos solo recetas raras. En las afueras del pueblo un joven artista dibuja con pluma las vistas del lugar con la intención de bajar a la cercanía, caminar por las calles y hacer estudios de las personas que allí viven. Andando por los caminos de tierra descubre la particular casa, y con ella su particular dueña. La retrata, en rojo, detalladamente se toma su tiempo para inmortalizarla. Inconsciente de que la mujer pensaba hacer lo mismo, pero de otra manera. Porque esa mujer, en esta historia fantástica, es mi abuela, solo que es joven y tiene toda la eternidad por delante.
Esta es solo una de mis teorías. Es divertido pensar en la abuela como una bruja inmortal con poderes extraordinarios que le permiten ver el futuro, pero mi imaginación es más rápida de lo que me gustaría y con cada mirada, con cada segundo dedicado a la obra más ideas surgen en mi cabeza que van por todos los caminos posibles y siempre llegan a Roma.
Una de estas direcciones que toman las ideas es que la mujer es una pariente lejana, esta es mi idea más aburrida. Es posible, pero poco probable. Mi familia no es italiana, y, siendo sinceros, la mayoría de personas blancas se parecen. Igualmente me gusta jugar con la idea, darle vueltas, pensar formas en que esta mujer sea parte del árbol genealógico. Así viajo desde la comodidad de mi hogar a Italia otra vez, pero en esta Italia la mujer no se queda en su pueblo estudiando para completar su hechizo. Ella se traslada por toda Europa con su familia de mercaderes en carros tirados por caballos repletos de productos autóctonos que maravillan a los ciudadanos de las tierras extranjeras. En constante movimiento es como conoce a un pintor, que la retrata y ambos luego siguen sus respectivos caminos. Eventualmente la muchacha se queda quieta tras enamorarse de un trabajador del campo y ahí se mantiene teniendo sus papas, cabras e hijos. Esos hijos tendrán hijos y tal vez, solo tal vez, una de esas cuantas descendientes que mantiene de manera fuerte los genes sea la mujer que hoy llamo abuela.
Mientras la mujer de mi imaginación se acomoda en un lugar y forma una familia mi mente sigue en la carretera. Toma un giro inesperado en dirección a la ciencia ficción. Concluyendo que mi abuela no es bruja, solo muy perceptiva, y que ningún tipo de pariente lejano fue retratado por Leonardo Da Vinci. Lo que da una explicación a la gran similitud entre las dos mujeres es que son la misma persona porque viaja en el tiempo. Así es como de una idea surgen un millón, la mente se recalienta al ir a toda marcha generando diferentes máquinas y procedimientos a seguir para poder surcar la línea temporal. ¿Será un auto como en “volver al futuro”? ¿o una máquina más discreta? ¿Es posible que sea un artefacto confundible con un electrodoméstico del día a día? ¿El perro es un robot-máquina del tiempo? Tal vez es un portal. Una puerta que con una llave especial enciende un mecanismo que permite pasar de un momento de la historia a otro en cuestión de segundos. La emoción recorre mi cuerpo cuando pienso en todas las posibilidades. Me dan ganas de expandirlas todas, dejarme llevar por la corriente de diversión y pasar horas en mi cabeza imaginando como una mujer que odia la tecnología solo acepta la que le permite recorrer el mundo entero en todos sus momentos. Pero el instinto, y la falta de tiempo para estar papando moscas, me indica que la opción correcta es la puerta. Es fácil de esconder, nadie más podría saberlo y explica porque a pesar de poder manejar alta tecnología mi abuela todavía detesta con todo su ser los teléfonos y computadoras.
Debería ser un mecanismo sencillo, dentro de la puerta se encuentra la magia tecnológica que es activada con una llave. Es una como cualquier otra, solo que en el agarre tiene una serie de botones, como la llave de un auto. Al apretar los botones se programa a qué día, mes, año, lugar y hora se desea viajar y al abrir la cerradura la puerta se abre al mismo mundo de ahora, pero en un momento distinto. Como las puertas portales de “Monsters, Inc.” que son la entrada a los cuartos de los distintos niños y niñas, solo que la que usa mi abuela no da a casas particulares. Funcionan como un pasaje, nadie se entera que su puerta ha sido usada para viajar en el tiempo.
Así, con esa facilidad, una mujer aburrida en su casa tranquila decide viajar a la Italia del siglo XV y tras recorrer las calles del antiguo municipio de Vinci se topa con la entrada del taller de un reconocido artista, Andrea del Verrocchio. En el impresionante lugar de techos altos, ventanales limpios, repleto de atriles, taburetes, pinturas de todo tipo y olor a grafito se encuentra perdido entre las obras sin terminar un joven artista limpiando pinceles. Fue aceptado hace unos meses como aprendiz, tiene un talento extraordinario y a pesar de que esté haciendo una tarea mundana ya está siendo entrenado para ser uno de los artistas más renombrados de la época. Para la suerte de la dama el muchacho tiene tiempo libre y gran devoción por las facciones atemporales, por eso decidió retratarla. De esta manera surge la pintura en el living, puede ser que tengamos la original y no una copia como se cree.
Desde el sillón la vuelvo a mirar, por milésima vez recorro sus redondos ojos hundidos en su cara como piedras al fondo de un lago, la boca fina y curvada hacía arriba de manera dulce. El espacio libre donde debería haber cejas, la pera prominente que parece que traspasa el papel y la particular nariz que surca la cara con un rápido zumbido como una flecha. Pasan los minutos y mi mente está fría, los engranajes de la imaginación no giran. Es como si de tantas ideas, de tantos segundos dedicados a observarla y viajar por todos los rincones del mundo para encontrarle significado, hubiera quedado deshabitado mi cerebro de toda la magia y tecnología.
- ¿Qué haces? – pregunta mi madre mientras entra al living seguida por el perro, que terminamos decidiendo qué es raza “calle”, me mira preocupada. Asumo que hace varios días estoy distante.
- Nada – respondo, encogiéndome de hombros. Porque, aunque quisiera darle una respuesta más interesante es la pura verdad, no estaba haciendo nada.
Le dedico una última mirada rápida a “retrato de una mujer” por Leonardo Da Vinci y salgo por la puerta a una tarde soleada. Mientras tiro una pelota roja y verde que chilla por el jardín me doy cuenta de algo devastador. La inspiración me había abandonado. De tanto utilizarla para el mismo fin la exprimí hasta la última gota. Toda la magia y teorías locas que un día hubo dentro de una pintura se fueron. Pienso que podría haber cambiado, cuánto tiempo pasó desde la última gran historia, años. Pasaron años, años en los que las historias y chistes son solo recuerdos, ninguno nuevo. Años en los que si presto verdadera atención y salgo de la nebulosa de mis recuerdos, solo veo una pequeña similitud entre retrato y abuela.
Fuerte como un tren me choca la realización de que ya no soy un niño, de que he crecido.
Un dia entre en el Museo de Bellas Artes y en la puerta habia un gran cuadro abstracto que media unos 3mts de altura x 2 de ancho. Era imponente y muy estridente. Un pibe joven, me paró en la puerta y me pidió si le podía decir "que me parecia ese cuadro". Cuadro que no habia visto aún, y le di una gran explicación de lo que sentia al verlo, de como imaginaba al autor trabajando con fuerza sobre ese gran tamaño, y varios etceteras. No sé si el flaco era el autor de la obra o un estudiante al que le encomendaron escribir algo sobre el cuadro o que. Pero tu cuento me trajo a la memoria, ese momento. Sobre los distintos puntos de vista que puede tener una obra. Me encantó. Hiciste una pequeña anotación autobiográfica disparada sobre una percepción. Que sigan las escrituras.....
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